El pasado 9 de marzo, las niñas y mujeres de todo México nos unimos en un paro laboral, académico y social como protesta ante la violencia y desigualdad de condiciones en las que vivimos. Las repercusiones del cese de actividades fueron visibles y severas, y el sector educativo fue uno de los más impactados por este suceso. Y es que está casi por demás destacar que el papel de las mujeres en las escuelas es crucial, tanto así que en muchas escuelas del país, fue simplemente imposible no suspender actividades debido a la falta de personal docente y administrativo. Dentro del Sistema Educativo Mexicano, un 67.5% de la planta docente total de educación básica es conformado por mujeres, y particularmente en la educación preescolar se eleva a un exorbitante 93.2%.

El sistema educativo mexicano simplemente no podría operar sin la presencia de las mujeres, y tras este ejercicio de simulación de un escenario en el que no hay educación ni por ni para mujeres, considero importante visibilizar el panorama donde esto sí pasa, donde las ausencias no sólo se limitan a un día de paro, sino que ya son parte de la cotidianeidad. Para muchas niñas, el no existir dentro de las escuelas es una realidad presente o futura.

De acuerdo con la UNICEF, en nuestro país más de cuatro millones de niñas, niños y adolescentes no asisten a la escuela, además de 600 mil que se encuentran en riesgo de dejarla. Por su parte el Banco Mundial, señala que en los países donde el promedio de ingreso es bajo, como México, de la cantidad total de niñas que inician la escuela primaria, menos de dos terceras partes tienen la oportunidad de completarla. Y de aquellas que lo logran, sólo 1 de cada 3 completa el primer grado de secundaria.

Las razones son variadas, sin embargo, destaco a continuación algunas relacionadas específicamente con cuestiones de género. En primer lugar, tenemos los embarazos durante la niñez y adolescencia. En Sinaloa, durante 2016 hubo 4,215 nacimientos de infantes cuyas madres tenían entre 9 y 17 años, lo que representa 8.63% del total en el estado y que nos posiciona en el lugar 17 a nivel nacional.

Otra cuestión importante, son los patrones culturales que promueven estigmas con los que las niñas deben luchar para poder continuar con su educación. Situaciones como matrimonios infantiles, que hasta hace menos de un año aún eran permitidos en nuestro país, la percepción general de que las mujeres deben dedicarse a las labores domésticas y, por ende, no necesitan un grado educativo elevado, las condiciones de pobreza y pobreza extrema en la que cientos de miles de niñas se encuentran y que las obliga a dejar la escuela para conseguir un trabajo y aportar al gasto familiar, aún se encuentran muy presentes en México.

Es importante también mencionar que debemos combatir los prejuicios de género que dictan el aprendizaje de las niñas que sí asisten a la escuela. En los resultados más recientes de PISA, estudio realizado por la OCDE para medir el desempeño académico de las y los alumnos, se vio reflejada la brecha de género que existe en el aprendizaje de matemáticas, donde los niños obtuvieron mejores resultados que las niñas. Históricamente, las mujeres han tenido dificultades para abrirse campo en el rubro de la ciencia, eliminar los estereotipos contribuye a que esto sea parcialmente eliminado.

Garantizar el aumento de la escolaridad en tiempo y forma para las niñas debe ser una prioridad, ya que hacerlo desemboca en la disminución de problemáticas de género arraigadas en la cultura de nuestro país. El ejercicio del 9M debe servirnos para reflexionar sobre el papel y las circunstancias.de vulnerabilidad en las que cada niña y joven se encuentra en las esferas públicas y privadas. La educación representa una especial oportunidad como el medio para combatir el contexto que muchas niñas viven como su realidad.