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Si te aburres, no aprendes: el dogma que está vaciando la educación

Ramón Espejo, catedrático de Filología en la Universidad de Sevilla, analiza las causas profundas de la desmotivación estudiantil y critica un modelo educativo que, en su opinión, ha sustituido el conocimiento por la diversión y el esfuerzo por la complacencia.

Fuente:https://sarrauteducacion.com/2025/07/09/si-te-aburres-no-aprendes-el-dogma-que-esta-vaciando-la-educacion/


En los últimos tiempos, son numerosas las voces en el sistema educativo de quienes reclaman una vuelta al sentido común pedagógico, al respeto por el conocimiento y a la dignidad profesional del docente. Frente a las tendencias actuales marcadas por la tecnocracia y el enfoque emocional, surgen posturas críticas como la de Ramón Espejo, catedrático de Filología en la Universidad de Sevilla y autor del libro El laberinto educativo y el aprendizaje fake (Brief ediciones), que denuncia un modelo cada vez más alejado del aprendizaje real.
Hablamos con el catedrático para analizar hacia dónde va la educación en España, cómo han cambiado los alumnos en los últimos años y qué riesgos tiene seguir apostando por un modelo que, según Espejo, prioriza la apariencia y la corrección política frente al conocimiento y el esfuerzo del alumnado.
En su libro denuncia la politización de la educación, pero ¿cree posible una despolitización real del sistema educativo en España? ¿qué habría que cambiar?
–Creo que sí existe un movimiento incipiente que, si cristaliza, puede conseguir que a los partidos no les quede otra que involucrarse en este asunto, pero, hoy por hoy, despolitizar la educación me parece una utopía y no veo visos de que vaya a ser posible a corto o medio plazo. La política educativa de los dos grandes partidos es idéntica en lo sustancial y solo difiere en algún tema superficial con el que cada uno trata de asegurar el voto de los “suyos”. La única forma de luchar por este objetivo es situar el asunto en la agenda, que es lo que pretendo con mi libro El laberinto educativo o con el canal de youtube que hemos puesto en marcha, “La buena educación”.
«La política educativa de los dos grandes partidos es idéntica en lo sustancial
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Cada vez se hace más énfasis en lo emocional, el mindfulness y el bienestar en el aula. ¿Cómo valora esta tendencia en contraste con su defensa de una educación con objetivos claros y evaluación rigurosa?
–Yo la llamo “mayodelsesentayochismo” y es consecuencia de tomarse al pie de la letra las ideas de pensadores como Foucault o Derrida, que consiguieron que se pusiera de moda cualquier cosa que pareciera subversiva u hostil con la sociedad occidental. Es difícil luchar contra esta corriente porque se ha adueñado de todo; hoy en día, exigir a un alumno está mal visto y es casi inviable. El docente que lo intenta tiene que enfrentarse a las familias, a la administración, al cuerpo de inspectores, a los sindicatos y, en ocasiones, a la propia directiva del centro. ¿Existen héroes que lo hacen? Sí, pero son pocos, y pensar que podemos mantener unos estándares educativos a base de cuatro rebeldes es ingenuo.
De hecho, una de sus críticas más duras va dirigida a la pedagogía moderna. ¿Qué papel cree usted que deberían tener los pedagogos en el diseño de los planes educativos actuales y futuros?
–Absolutamente ninguno. Los planes de estudio los deben diseñar expertos en las diferentes materias, personas con un conocimiento exhaustivo que sepan qué se necesita aprender en ese ámbito concreto. Alguien que haya estudiado la carrera de Matemáticas y la de Pedagogía y se especialice en la didáctica de las matemáticas, por ejemplo. Esa persona sí creo que podría hacer un buen trabajo no de enseñar cómo dar clase, sino de proponer metodologías o aportar experiencias que puedan haberle funcionado para que otros, si lo ven oportuno, las empleen. Los pedagogos deberían estar para apoyar al profesorado en casos de alumnos con dificultades, por ejemplo.
Centrándonos en el papel del alumnado, ¿cómo ha cambiado, desde su experiencia, en los últimos 20 años?
–La crisis de la atención es una plaga de nuestro tiempo, pero no solo afecta a los jóvenes sino a toda la sociedad. En el caso de los jóvenes, su motivación para estudiar es muy baja porque desde la pedagogía se ha popularizado la idea de que el conocimiento no sirve para nada, de que el aprendizaje debe ser siempre lúdico, de que si uno se aburre estudiando es que lo que estudia no sirve. O sea, no existe tolerancia a emplear cinco minutos haciendo aquello a lo que no le veo un sentido inmediato. El esfuerzo ha desaparecido.
«La crisis de la atención es una plaga de nuestro tiempo, pero no solo afecta a los jóvenes sino a toda la sociedad
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¿Qué consecuencias tiene esta desaparición?
–Las consecuencias son muchas y ninguna buena: desmotivación de los mejores estudiantes e instalación de una mediocridad generalizada; inflación de títulos que cada vez significan menos; una preparación extremadamente pobre de los profesionales que la sociedad necesita; una sociedad endeble, ignorante, fácilmente manipulable, incapaz de afrontar la más mínima frustración. Podemos hacer estudios sobre esto, pero en cualquier empresa o institución te lo dicen: la gente joven cuenta cada vez con menor disciplina en el trabajo, saben menos y tienen menos interés por aprender.
¿Cuál es, para usted, el punto de inflexión de esta decadencia formativa?
–Creo que con el cambio de siglo todo empezó a deteriorarse de forma alarmante, pero fue sobre todo a finales de la década de 2000 cuando fue evidente. La OCDE nos lo recuerda a través de las pruebas PISA, pese al negacionismo de las administraciones. Además, lo veo a diario en mis aulas y mis compañeros me lo confirman: no se trata solo de que los alumnos tengan lagunas en sus conocimientos, sino de que muchas veces muestran serias dificultades para aplicar lo que saben, incluso en tareas básicas.
Centrándonos ahora en la docencia, ¿cree que el actual modelo docente —cada vez más ligado a la burocracia— está expulsando a los buenos profesionales de la enseñanza?
–No creo que haya una fuga masiva de docentes en España, al menos por el momento, pero sí existen estudios que dejan claro que la profesión docente cada vez atrae menos a los universitarios. Si esto sigue así, en poco tiempo va a haber dificultades para encontrar docentes en muchas áreas, como ya está ocurriendo en Matemáticas. A esta desafección contribuyen la sobrecarga burocrática, la desautorización del docente y un entorno educativo cada vez más centrado en lo accesorio que en lo esencial.
¿Ayuda la presencia en el aula de plataformas tecnológicas, inteligencia artificial y digitalización al profesorado?
–Esa deriva hacia lo accesorio se ve también en el uso indiscriminado de la tecnología. La digitalización, la tecnología y la inteligencia artificial es, en realidad, lo que menos necesitan nuestros alumnos que les enseñemos, porque es lo que dominan mejor. ¿Sería necesario en Secundaria alguna asignatura para mejorar competencias digitales y demostrar que no solo sirven para el ocio? Probablemente. Pero no hay razón alguna para que estén en todas partes en el ámbito educativo, y eso responde más a intereses económicos que pedagógicos. La escuela debe centrarse en enseñar lo que es más difícil aprender fuera de ella.
¿Qué características debería tener un modelo educativo verdaderamente eficaz y honesto con los alumnos, los docentes y la sociedad?
–Justo eso: ser honesto y transparente. Decirle al alumno que no está haciendo las cosas bien que no las está haciendo. Si no ha aprendido nada, hay que decírselo. Si hay que decirle a la sociedad que en los centros el fracaso real es altísimo, hay que decírselo. Si hay que negarse a obedecer leyes que nos impiden enseñar de verdad, hay que oponerse. Un sistema eficaz es un sistema que dice la verdad y rinde cuentas.