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Educación, el primer gran problema del México libre

En los años del porfiriato, la Iglesia y el Estado mantuvieron la confrontación iniciada en el siglo XIX por el poder sobre la orientación y la dirección de la educación.



En los años del porfiriato, la Iglesia y el Estado mantuvieron la confrontación iniciada en el siglo XIX por el poder sobre la orientación y la dirección de la educación.
Porfirio Díaz no pretendía tener al clero por enemigo; al contrario, buscó su alianza, pero sin modificar las Leyes de Reforma; decidió seguir una política de condescendencia y tolerancia con la Iglesia que le permitió alcanzar la “paz”. Gracias a esta postura del dictador, la Iglesia se reorganizó y obtuvo los espacios suficientes para intervenir en la educación.
La ideología educativa oficial no logró ocultar las concesiones a la escuela religiosa, como el nacimiento de nuevos conventos para hombres y para mujeres, el aumento de órdenes religiosas que llegaron a México a fundar sus escuelas, que funcionaron sin ningún problema por parte del Estado.
Gran parte de las primarias particulares dependían de las parroquias o de maestros muy acreditados en las localidades, escuelas pequeñas pero con prestigio social. Las preparatorias dependían en su mayoría de los Seminarios Diocesanos.
El crecimiento de la educación confesional fue considerable en la época porfirista; sin embargo, la política del Secretario Joaquín Baranda mantuvo el predominio del Estado y sus escuelas sobre la iniciativa privada.
En 1888 se promulgó la Ley de Enseñanza Obligatoria, aunque sólo el 33 por ciento de los niños acudía a la escuela primaria.
Los datos sobre las escuelas son contradictorios, aunque todos coinciden en señalar un predominio de las oficiales. Moisés González Navarro, basándose en un informe de la época, afirma que las escuelas del Estado representaban el 77 por ciento del total, dejando el restante 33 a las escuelas particulares.
En la sociedad porfiriana, un pequeño sector era dueño de un gran poder económico que buscaba en la educación algo más de lo que ofrecía la escuela oficial.
Proliferaron las escuelas de lasallistas, jesuitas, maristas, salesianos, Religiosas de la Enseñanza, josefinas, Religiosas del Sagrado Corazón, Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado, teresianas, ursulinas, salesas, Esclavas del Divino Pastor, entre otras.
Se puede afirmar que hubo un aumento de la educación privada a finales del porfiriato de escuelas que demostraron tener un gran arraigo en la población. De México Francia: Memoria de una sensibilidad común; siglos XIX-XX, Colegio de Michoacán.
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