Grupo Loga |

El poder de una buena explicación





Pues sí, debo confesarlo, soy de esas profesionales de la educación a las que, por muy antiguo que parezca, les sigue gustando explicar. Soy de esa especie de docentes, casi en peligro de extinción, que sigue manifestando que disfruta transmitiendo lo que sabe, no como una dispensadora de saberes sino como una facilitadora del aprendizaje. Como maestra y enamorada del conocimiento y poseedora de una gran curiosidad intelectual me esfuerzo por transmitir esta misma pasión a mis alumnos, y para eso es necesario tiempo y respeto. En mis clases y ponencias me esfuerzo y trato de explicar que el contenido es el primer eslabón de la cadena del todo proceso de aprendizaje. Por ello, se convierte en fundamental e importantísimo. Sé que también lo es conocer todas las metodologías activas, saber subir un vídeo a YouTube, hacer mover un robot o preparar una sesión de gamificación pero todo ello me parece de un “nivel inferior”.
Mi batalla diaria se centra en que los alumnos, jóvenes y otros profesionales que tengo la suerte de acompañar en su proceso formativo piensen y repiensen, siendo capaces de hacerlo por ellos mismos, cuestionándose por lo que saben y les queda por saber, sabiendo utilizar todo aquello ya aprendido durante el camino desde la significatividad y la responsabilidad personal. El “poseer” contenido nos hace más humanos y mucho más libres y todo ello pasa por personalizar la educación.
Parece que los contenidos han pasado de moda y han sido olvidados por los mismos maestros, por los padres y hasta por muchas editoriales. Nadie habla de ellos y, si alguien se atreve a hacerlo, se hace en voz baja justificando que no son demasiado duros, densos o inservibles. Y al oír estos comentarios me escandalizo y una vergüenza ajena se apodera de mi cuerpo. Porque parece que hablar de contenido o del conocimiento suponga amargar la vida a nuestros alumnos y yo creo que es al revés, que sin ellos les cerramos las puertas a un mundo donde quizás no volverán a entrar si no lo hacen de nuestra mano.
Me indigna esta desvaloración del conocimiento ya que considero que estos son imprescindibles y útiles y sólo ellos tienen la capacidad de abrirnos a nuevas oportunidades, a crecer, nos permiten adquirir recursos y por supuesto a valorar todo aquello que el ser humano ha sido capaz de crear: escribir libros maravillosos, pintar cuadros que te acercan a otras épocas de la historia o crear una sinfonía que perdura después de siglos.
Y sin embargo son muchos los “expertos” del mundo de la educación que recortan su valía y diluyen su valor, pudiendo llegar a provocar que dejemos “vacía de significado” la educación. Algunos de estos “gurús” de la educación nos informan que los niños deben únicamente hacer, aprender haciendo, que el contenido puede distraer, aburrir, quitar tiempo para lo que de verdad es importante que es la felicidad de nuestros aprendices para que lleguen a ser hombres y mujeres de provecho. Pero yo me pregunto ¿qué van a “hacer” si no saben nada sobre un tema? Es como si alguien me pide que arregle el motor de su coche “probando”, “experimentando” sin tener nociones de mecánica, sin conocer cómo se llaman y funcionan las piezas que lo forman…
Y es que la “felicidad” de nuestro alumnado está “sobrevalorada”. Sé que puede sonar algo extraño, pero estoy en contra de los que piensen que atender, coger apuntes, leer algún texto, relacionar autores o ideas, memorizar significativamente…va en contra de la salud “emocional” de nuestros estudiantes. Por supuesto que nuestros alumnos, niños y jóvenes tienen que ser felices, pero lo anteriormente expuesto no les alejará de una felicidad existencial, a la que creo que únicamente te acercas si eres capaz de pensar, argumentar, interpelar, superar dificultades, discriminar ideas y escuchar otros puntos de vista.
¿Escuchar un “contenido” nuevo, una buena explicación es dañino para la salud? Reivindico las buenas clases expositivas o magistrales que te posibilitan descubrir algo que no sabías, que te hacen saltar de un contenido a otro, que te incitan a saber más y más sobre un tema, a discutir, a aportar nuevas ideas.
Despertemos las mentes en ocasiones anestesiadas de nuestros alumnos con contenidos bien transmitidos, planificados y adaptados a su nivel, su ritmo y estilo de aprendizajes. Ofrezcamos conocimientos de historia, de matemáticas, expliquemos conocimientos relacionados con las ciencias naturales, la filosofía, las artes plásticas, contenidos que les lleven a leer poesía y buena prosa, a crear soluciones a problemas sociales…Porque si en la escuela no realizamos este trabajo ¿dónde van a poder hacerlo nuestros estudiantes?
El trabajo del docente es pensar cómo hacerlo, pero no olvidemos que la pedagogía siempre está por encima de la metodología. Porque las buenas explicaciones interesan, nos ayudan a entender qué sucede en el mundo, nos motivan a contestar buenas preguntas para poder llegar a ofrecer mejores respuestas. Para que la educación pueda tener un “impacto a nivel social” es necesario primero de todo poseer “saberes” y después saberlos utilizar, pero sin tenerlos ¿cómo actuar? Reflexión, análisis, investigación y mucho, muchos conocimientos por enseñar y aprender.
Autor:Tiching Fuente:http://blog.tiching.com/poder-una-buena-explicacion/#more-20369