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Educación, pero ¿cuál?

En México estamos en el proceso de implementar una Reforma Educativa, pero ésta ha sido más una serie de cambios legales que tienen que ver con el entorno laboral de los profesores que con la currícula en el salón de clases o los grandes objetivos de la enseñanza.



Se ha vuelto un lugar común decir que un país debe invertir en la educación de sus habitantes si aspira a altos niveles de desarrollo.
No importa si los políticos son de derecha o de izquierda, dirán siempre lo mismo.
El dilema es qué tipo de educación se requiere.
En México estamos en el proceso de implementar una Reforma Educativa, pero ésta ha sido más una serie de cambios legales que tienen que ver con el entorno laboral de los profesores que con la currícula en el salón de clases o los grandes objetivos de la enseñanza.
Ayer le hablé en este espacio de cómo Alemania puso en práctica un modelo de entrenamiento laboral y orientación vocacional en sus pymes, o Mittelstand, que emplean a 70% de quienes trabajan. Bajo este esquema, las escuelas se vinculan con las empresas de la misma localidad para que la educación se base en las necesidades de éstas.
No se trata de importar mecánicamente modelos de otros países, por muy exitosos que hayan sido, pero lo logrado en Alemania –y otras naciones que han alcanzado altos niveles de desarrollo y el incremento de su ingreso per cápita gracias a la educación– debiera hacernos reflexionar.
En México, hemos desdeñado las posibilidades de la educación técnica. No la hay en cantidad suficiente y sobre ella pende un estigma, como escribióViridiana Ríos en estas páginas el domingo pasado.
En cambio, hemos sobrevalorado el beneficio de contar con una licenciatura en un puñado de carreras, aunque los jóvenes que egresan de las universidades con el título equivalente no encuentren empleo.
La semana pasada, Morena presentó una iniciativa de ley destinada a volver obligatoria la educación superior. Es decir, el Estado debe proveerla.
Me temo que dicha iniciativa tiene más que ver con los planes electorales del líder de ese partido que con atender las necesidades educativas del país.
En un spot que forma parte de su incesante campaña por llegar a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador dice que donde gobierne su partido todos los jóvenes que deseen estudiar una carrera podrán hacerlo.
Nada dicen él, o la iniciativa de su partido –impulsada por la diputada federalAlicia Barrientos Pantoja– sobre la disponibilidad de carreras y profesores y, menos aún, sobre cómo se vincularán esos estudios con el mercado, asegurando que quien egrese de la universidad consiga empleo.
La idea parece ser, sobre todo, un gancho destinado a atraer electoralmente a jóvenes que votarán por primera vez en 2018, un sector en el que Morena –de acuerdo con una encuesta que acabo de revisar– no tiene tanta influencia como entre los votantes de la tercera edad.
Pero tampoco veo entre el resto de los partidos políticos un plan consistente con nuestras necesidades en materia educativa, que esté pensado en los sectores que queremos desarrollar como país. Quizá el problema sea que los partidos sólo piensan en los jóvenes y la enseñanza como temas para el lucimiento con fines políticos inmediatos, y no como un campo en el que hay que trabajar arduamente para obtener beneficios de largo plazo.
Por ejemplo, ¿por qué tienen que andar ofreciendo becas los órganos legislativos, como la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, sin apoyo alguno en planes de desarrollo educativo y sin medición de resultados?
A mí me produce una gran preocupación que un tema tan importante como la educación, sobre el que descansa el futuro de los jóvenes y también el futuro del país, siga en manos de políticos que lo aprovechan con fines particulares o de grupo.
Antes de pensar en becas o la enseñanza masiva del inglés o el acceso irrestricto a la educación superior, debemos pensar qué tipo de educación necesitamos en México y cómo vincularla con el sector productivo.
Pocas cosas tan desgastantes hay para un país que sus jóvenes no tengan perspectiva de futuro, ni siquiera con un título de licenciatura en la mano.
Jóvenes que, por cierto, son blanco de entidades inescrupulosas –las llamadas universidades patito– que ofrecen licenciaturas y posgrados en seis meses, y nadie impide el engaño.
Autor:Exelcior (Pascal Beltrán del Río) Fuente: